Hoy amanecí temprano buscando a la esperanza debajo de la cama, la noche fue difícil pensando en un mañana que no logro imaginar. Barrí lo mejor que pude para jalarla hasta mí sin suerte, y supuse que se habría ido entre el polvo que me llevé en el recogedor; fue inútil.
Él cree que me estoy volviendo loca porque llevo toda la mañana buscando en el ropero, entre la basura, debajo de la mesa, atrás de los sillones y hasta en el horno, temiendo que se haya dado por vencida. Lo que pasa es que no entiende que también ella tiene días en los que por más que se esmere, no logra dibujar un horizonte.
Frustrada me pongo el cubre boca, y los zapatos para ir a buscarla al basurero; cruzo los dedos deseando que no razone igual que yo cuando estoy ansiosa: con ganas de irse, agarrar camino hasta lograr ver las montañas y las nubes iluminadas por el sol.
El contenedor está lleno, tiemblo de imaginar la cara de los vecinos si me descubren sacando sus desperdicios, y peor aún, si se enteran de que estoy buscando a la esperanza; serían capaces de mandarme al psiquiátrico, donde por más que explicara que no estoy loca, seguro me clasificarían, como lo hicieron con Matilda Burgos en La Castañeda, hace cien años: la enferma habla mucho, ésta es su excitación.
Recorro el barrio para ver si nos cruzamos. Las calles y banquetas; los rincones en los que veo que se junta la basura; debajo de los coches que están estacionados; al pie de árboles y jardineras ¡nada! he caminado la colonia sin suerte, supongo que tal vez el viento se la pudo haber llevado, o alguna golondrina pensó que era comida.
¿Cómo vivir cada día sin su presencia? ¿de dónde sacaré el deseo para salir de la cama sin ella? Regreso cansada y deambulo con los ojos extraviados por su ausencia. ¿Le habrá asustado que la pandemia suceda al mismo tiempo que la plaga de langostas en Etiopía, Kenya y Somalia? o tal vez ¿la habrán desgastado las mañaneras de cada día? ¿vivir confinada mirando tras la ventana? ¿querría quizás más convivios y alegría?
Georgina GM
Mayo 2020