SERNA Enrique
Una investigación alrededor de Carlos Denegri, el periodista de Excélsior, que fungió como interlocutor del poder desde Ávila Camacho hasta Díaz Ordaz.
Un mural de la Ciudad de México poblado con los rostros y leyendas de la vida nacional durante el auge del priísmo.
Personaje talentoso y mejor cronista, Denegri fue la presencia cosmopolita de un México que comenzaba a asomarse al mundo. El periodista que temprano aprendió de su jefe en el periódico sobre el valor del silencio en el oficio, lo que originó el archivo de actos ilícitos construido a lo largo de su carrera. Un personaje cuyas características personales y su avanzado alcoholismo, acentuaba los excesos y contradicciones hasta la locura.
La lectura me lleva a cuestionarme sobre la corrupción en el país, un mal tan presente en nuestra historia, que no ha faltado quién se refiera a ella como rasgo cultural, ¿Hubiera cabido Denegri en un entorno en el que la rendición de cuentas y la procuración de justicia fueran la vía para acotar los abusos de poder?
¿Acaso no han sido la impunidad y la simulación que han regido en el ejercicio del poder, la vía que ha promovido el enriquecimiento ilícito, sobre el que han descansado tantas fortunas locales? Ese enriquecimiento asumido como elemento obligado del cargo, y con la impunidad como certeza de la posibilidad de hacerlo.
Cierro el libro preguntándome qué ha cambiado, convencida de que el Estado nos sigue debiendo un montón. Y sin dejar de celebrar el trabajo de tantos periodistas que con valentía han dignificado el oficio y su sentido, lamento el riesgo que hoy representa el ejercicio del mismo en nuestro país.
A Serna le gusta explorar la oscuridad y sabe cómo hacerlo. Escarbar en los silencios y nombrarlos, recuperar la memoria de lo que hemos sido, para no olvidar, para imaginar distinto.
Georgina GM