PACHECO, José Emilio
Una novela con múltiples rutas para su lectura, e infinidad de análisis en su haber. Un clásico de nuestra literatura contemporánea publicado por primera vez en el suplemento Sábado del periódico Unomásuno en 1980. Texto obligatorio para muchos en la escuela, y por si fuera poco, la historia que en 1989 musicalizó Café Tacuba, en una canción llamada Las batallas.
Una historia de posguerra en la Ciudad de México, narrada por el personaje principal, Carlitos, como lo llama Mariana, de quien nuestro protagonista se ha enamorado; esa Mariana quien es nada menos que la madre de Jim, su amigo de la escuela.
Una obra muy bien contextualizada y en la que las huellas nos llevan a otro tiempo. El me acuerdo, no me acuerdo que la atraviesa de principio a fin, aportándole una atmósfera onírica y porosa, como suele suceder con la memoria misma. El radio, la poliomelitis en las escuelas, Paco Malgesto, Carlos Albert, y Tin Tan, a ritmo de Obsesión. La Colonia Roma y su incipiente decadencia, que despide poco a poco a las buenas familias, para albergar a los recién llegados de provincia, como la familia de Carlos, que vino de Guadalajara, y los extranjeros que llegan en busca de un sitio más seguro para vivir.
Los recuerdos de una Ciudad de México en la que algunos de nuestros padres fueron jóvenes (1948) y testigos de la transición del México Antiguo a la Modernidad, con Miguel Alemán, como primer presidente civil en el México posrevolucionario. El veracruzano promotor del desarrollo económico, la estabilidad política, y la corrupción como moneda de cambio en los tiempos de bonanza que significó la posguerra para el país.
¿Por qué leerla?
Porque la obra no se agota en la narración de la historia del amor que Carlos siente hacia Mariana, sino que desde mi punto de vista, busca recuperar la memoria individual y colectiva de la época, para invitar al lector a voltear a ver la propia, y recordar que somos memoria en contextos definidos que permean nuestra existencia, hasta transformarse en la normalidad, como la de los niños que crecieron en ese 1948 sin juguetes, porque toda producción se dirigió a satisfacer las necesidades que la segunda guerra mundial generaba.
Una mirada crítica sobre el país y lo que hemos sido: desde la foto hasta el cansancio del presidente en turno, y sus alegorías de progreso y justicia; el racismo y el clasismo tan vivos en la convivencia; la simulación en lo público y lo privado; la corrupción que desvía tantos recursos para validar el popular que robe, pero que salpique.
Una novela que me pregunta sobre nuestra normalidad, lo que me lleva a la corrupción, cuya presencia es tal, que cuando Hank González dijo que un político pobre, era un pobre político, no logró despertar la indignación sino de pequeños grupos en la sociedad.
Y al haber normalizado a la corrupción, se le ha despojado de la ruindad que le caracteriza; los recursos públicos que desde Alemán se han apropiado algunos, son oportunidades que han dejado de tener otros más. ¿Es la corrupción entonces un mal irremediable? No lo creo, aunque estoy segura de que es la impunidad el combustible que la alienta.
Una novela vigente que todos debiéramos leer.
Georgina GM
Abril 2022