BERLIN, Lucia. Ed.De Bolsillo
Lucia Berlin, nacida en Alaska (1936-2004), comenzó a publicar sus cuentos y relatos desde los 24 años en revistas diversas, e incuso la recopilación de “Homesick” obtuvo un American Book Award, aunque no fue sino hasta 2016, que pudimos comenzar a leerla en español, en el Manual que hoy comento.
El “Manual para mujeres de la limpieza” es la selección de 43 relatos inspirados en los ecos de su propia historia, y en el que la narración fluye tan cercana como una plática entre amigas, que cuando la conversación se desvía, una la retoma para contar
“… todos hablábamos de, bueno, no me acuerdo,” lo que sabe a verdad.
Tan verdad como imaginar que limpiar una casa se parece a leer un libro, porque hasta las casas vacías son mapas con pistas e historias; tan verosímil que dudaría si omitiera “me cuesta conseguir trabajo en esto, porque soy instruída.”
Su escritura es impetuosa y catártica; un tendedero al sol, y una narradora que establezca la distancia que permita perspectiva. Su narración fluye a veces estremecedora y áspera, otras con humor o melancolía, aunque siempre, sin juicio; simplemente permitiendo que la historia exista, como la vida, con las grietas por las que se filtran claroscuros, y es esto lo que nos convoca, el reconocimiento de lo que nos hace humanos.
La palabra es su territorio; el pozo del que bebe es vasto, diverso y fecundo; su mirada, el cuerpo vital deseando absorberlo todo: sonidos, texturas, olores, para nombrarlos a través del símil o sorprendernos con él.
“El hojaldre se expandió en mi boca como las flores japonesas, como un almohadón reventado”.
“Mientras las grullas bebían, la superficie plateada del agua se escindió en decenas de arroyuelos. Las aves se marcharon en seguida, en medio de la blancura, con el rumor de una baraja de naipes.”
“Abajo en las calles pasaba el fabricante de velas, con un carro tirado por un caballo. Clop, clop.”
“Era el ritmo de sus palabras lo que cambiaba, como el vaivén perezoso de una pelota de tenis o los rápidos manotazos para espantar una mosca”.
Los personajes son tan variopintos y reales, que la ficción se disuelve con la verdad. Tan reales que la vejez irrumpe de repente en la vida de la autora, para entrar en otro ritmo; más reflexión y menos acción. Más soltar lastre, y jamás, ni una pizca de autocompasión.
La lectura me conecta con el poder de la escritura para develar lo que pensamos sabernos de memoria; para nombrar lo ocurrido y visibilizarlo, porque lo que no se nombra, no existe; para dar perspectiva a las historias, la posibilidad de ver lo mismo desde lugares distintos; para acomodar, para soltar, para conciliar, para descubrir sentido y regocijo en ello.
Georgina GM
Marzo 2022